Miguel García-Fernández
  • Inicio
  • CV Académico
  • Publicaciones
    • Libros
    • Capítulos de libros
    • Artículos
    • Divulgación
    • Recensiones
  • Blog
  • Contacto
  • CORFUGAL
    • Bibliografía CORFUGAL

Evocar (¿y repensar?) el pasado medieval desde la fantasía

6/1/2019

0 Comments

 
Picture
 Haya sido gracias a Papá Noel, al Apalpador gallego o a alguno de los tres Reyes Magos (¿o tal vez más acertadamente gracias a sus ayudantes?), seguro que much@s han recibido estas navidades una de las novedades editoriales de finales del año pasado (2018) que, desde el principio, estaba destinada a convertirse en uno de esos muy leídos -y muchas veces criticados- best sellers. Me refiero -como se deduce de la imagen de la izquierda, y es que no había lugar aquí para el misterio- a Fuego y Sangre de George R. R. Martin, que en el ámbito hispanoparlante peninsular nos ha llegado de la mano de Plaza & Janés - Fantascy (Penguin Random House Grupo Editorial).
 En mi idea de que apenas hay mejores regalos que los libros,  debo reconocer que me siento afortunado por haber recibido uno como este, de 879 páginas. No voy entrar a valorar aquí lo entretenido de la obra. Ciertamente las horas de lectura se hacen amenas y, aunque tenía cierto temor, no he sentido que determinadas partes se conviertan en una engorrosa sucesión de páginas con nombres y hechos diversos difíciles de seguir. Ello podría haber dado lugar a que los minutos se convirtiesen en tediosas eternidades. Pero, en realidad, para mí ha sido uno de esos libros por los que uno avanza sin la prisa de llegar al final. Simplemente se lee por diversión y porque la lectura te lleva a adentrarte en la fantasía en la que uno ya estaba predispuesto a entrar. Si ya no lo estás, supongo que la lectura podría no ser tan amena. No referiré algunos de los reiterados errores editoriales y mecanográficos que con una lectura más pausada o con más ojos de revisión se habrían subsanado (con un asterisco* me gusta ir marcándalos en la propia obra). Sí quisiera destacar las ilustraciones de Doug Wheatley que enriquecen notablemente la obra. Y aunque las ilustraciones de un libro siempre tienen el peligro de condicionar la imaginación del lector, en este caso no puedo decir que me sienta defraudado. Ayuda más que determina o limita.
​ En todo caso, quisiera simplemente decir unas palabras en mi condición no solo de lector -y es que empiezo a sospechar cada vez más que algunos críticos o reseñadores de obras apenas les echan una ojeada a las contraportadas y a los autores y ya ofrecen una crítica o recomendación en sus perfiles de redes sociales, o a lo sumo proceden a las famosas y, en mi opinión, detestables y absurdas lecturas en diagonal (si no tienes tiempo o ganas, no leas esa obra y punto)- sino de medievalista. Y no, esta obra NO es una obra de HISTORIA MEDIEVAL ni siquiera una novela ambientada en la ÉPOCA MEDIEVAL. En absoluto. Dígase lo que se diga por ahí, este libro ES una obra, simple y llanamente (o no tan simple, por cierto), de FANTASÍA. Otra cosa es que tenga una notable y más que evidente inspiración en lo medieval o, quizás más acertadamente, en el imaginario actual sobre lo medieval y lo feudal. Señores de castillos, caballeros andantes, reinas, señoras y princesas, la coexistencia de lo religioso y el poder público, el vasallaje, valores de lealtad, fidelidad y generosidad, la armaduras y blasones nobiliarios... Todo ello evoca ese pasado medieval. Pero ¿habrá alguien que se crea que en nuestra Edad Media existían los dragones, los Caminantes blancos u otras mil historias más que desfilan por estas páginas o las de Canción de Hielo y Fuego? Casi mejor no buscar una respuesta a este interrogante porque podría reflejar el fracaso educativo en la enseñanza de la Historia (medieval). 
 En fin, simplemente quería comentar lo interesante de leer esta obra (primera parte de una historia de la dinastía Targaryen tras la conquista de Poniente) en un diálogo reflexivo con nuestro pasado medieval, en el cual George R. R. Martin ha buscado modelos de inspiración. Me refiero a diálogo reflexivo en el sentido de buscar no solo precedentes de inspiración, sino sobre todo a la hora de valorar cuestiones como qué se esperaría de un monarca, señor de señores; cuán importantes eran determinados valores en las sociedades del pasado; cuánto peso ha tenido lo material como fundamento para construir o legitimar algo inmaterial; cómo se valoraba la uniformización legisladora por un monarca que gobernaba sobre entidades territoriales con tradiciones y prácticas jurídicas propias; cómo se contradicen las fuentes y cómo actuar ante ello mediante una perspectiva crítica y con no poco escepticismo; cuál ha sido  el papel de las mujeres en la gestión del poder, en la legitimación del mismo o en la sucesión al trono y las discusiones que sobre ello se dieron y con qué fundamentos... Y es que, en esta obra, como en Juego de Tronos (y en lo que se refiere a esta última así lo ha evocado una experta en la reginalidad medieval como Diana Pelaz Flores citando en alguna ocasión a Daenerys o a Cersei), las mujeres tienen un papel fundamental, capital, en la gestión del poder político. ¡Quién nos diese llegar a leer algún día la supuesta «monumental obra del archimaestre Abelon Cuando gobernaron las mujeres: las damas de las postrimerías» (p. 751) a la que remite el narrador de Fuego y Sangre​! Más allá de que ¿solo? sea fantasía de inspiración o evocación medievalizante, creo que podemos hacer uso de algunos destellos de esas recreaciones y utilizarlas para repensar y recuperar con propiedad nuestro pasado medieval: las reinas existieron y la herederas y señoras feudales también. Algunas se vieron eclipsadas por los hombres de su entorno, otras apartadas, pero muchas, y así lo reflejan las fuentes -y siempre insisto e insistiré en las fuentes y en su relectura desde nuevos interrrogantes-, no fueron meras piezas pasivas en una sociedad de hombres. En absoluto...
  Miremos, pues, al pasado medieval y ayudemos a que las nuevas generaciones lo repienses. Por ejemplo, hagámoslo partiendo de una frase no de un autor o autora medieval, sino de un autor contemporáneo como George R. R. Martin pero que pone en boca de una mujer, la reina Alysanne, solo existente en una fantasía medievalizante:
   «Un rey necesita una buena cabeza y un corazón sincero -dijo entonces al rey, unas palabras que se harían célebres-. Una verga no es eencial. Si piensas que las mujeres carecemos de luces para reinar, está claro que ya no tienes necesidad alguna de mí» (p. 422).
​ Más allá de esta u otras muchas frases concretas que pueden animar a la reflexión sobre lo medieval (o incluso el mundo actual) que se contienen en Fuego y Sangre, la obra, que evoca con acierto una crónica (la primera parte, y es que entristece pensar que para leer su continuación hasta los hechos que dan comienzo a la Canción de Hielo y Fuego aún tendremos que esperar a una segundo volumen), se lee con entusiasmo. Si no quieres hacerte preguntas y repensar lo medieval al leer la obra, no has de hacerlo. Es suficiente con dejar volar la imaginación por las historias y la geografía del universo «georgemartiano» -muchas otras podría ir sacando dentro del mismo... ¡siempre y cuando el autor termine antes lo que tiene pendiente con l@s lectores/as!-. Sin embargo, si te gusta la historia e incluso si quieres tratar de comprenderla y hacerla comprensible y reflexiva desde el mundo actual y usando herramientas actuales, creo que la obra también contiene un segundo nivel de lectura muy interesante. Sin duda, podría ser un útil instrumento para despertar el interés y la reflexión sobre nuestro pasado medieval siempre y cuando no se caiga en la absurda confusión de creer que un (mero) ejercicio de fantasía literaria es reflejo de una realidad pretérita.
​ Esperando la continuación, creo que Fuego y sangre es una obra para disfrutar e, incluso, con un poco de voluntad e interés, para reflexionar. Más que satisfecho con su publicación y agradecido por su llegada a mis manos estas Navidades.

P. S. Interesantes palabras de George R. R. Martin https://www.youtube.com/watch?v=1mtExw7fbVM
​

0 Comments

El amor por los «libros dañados»

16/12/2018

0 Comments

 
Llega la Navidad y, sea por hábito, por un gesto de amistad, amor o gratitud, o por cualquier otro motivo, las casas se llenan de regalos. Los paquetes se acumulan en los sitios más insospechados hasta el momento en el que han de ser abiertos. Entonces, el sonido del papel de regalo roto inunda las casas casi al unísono. Sin embargo, en mi casa no me gusta que ello sea así.

Lejos estoy de querer abanderar una causa contra el consumo o contra la Navidad. Simplemente aplico un sentido práctico que tal vez debería reservar para otros momentos de mi vida. Pero ¡qué le vamos a hacer! Cuando los demás sueñan, yo estoy despierto; cuando los demás están atentos a la vida, yo me pierdo en ensoñaciones.

En todo caso, hoy quisiera hablarles de un «regalo estrella», un tipo de presente que se repite en casi todas las casas y que se presenta en distintas formas y para muy variados destinatarios. Me refiero al paquetito, habitualmente rectangular, que acoge en su seno un... (rashhh, rashhh, se abre el paquete)... LIBRO!!!

Es cierto que no son pocos los que intuyen el tipo de regalo nada más ver el paquete y que muchos de esos se alegran de que sea lo que han imaginado que sería. Ello es cierto. Entonces el sofá, la cama, una silla o simplemente el atril del cuerpo propio se convierten en escenarios de lectura.

Sin embargo, tampoco son pocos los que sentirán una punzada de desilusión. ¡Cuántos niños y niñas pensarán en lo triste de los regalos prácticos o «políticiamente correctos» frente a lo divertido de los regalos de algunas de sus amistades»! Y si solo lo pensasen los que no son adultos... Es por ello que, al poco de pasar las navidades, muchos de esos paquetes -tristemente desabrigados del papel de regalo, a veces olvidados durante un breve tiempo, o incluso magullados por el desdén de un poco cuidadoso trato- acaban en las tiendas de segunda mano y en las librerías de viejo. Casi podríamos hablar de libros «viejóvenes», aunque por respeto y amor hacia ellos, yo prefiero etiquetarlos como «libros dañados». El desprecio que sienten hacia ellos las personas que deberían amarlos y leerlos es como una daga que hiere, al igual daña el desprecio de una persona hacia otra.

Es entonces, pasadas ya las navidades -a veces uno, dos o tres meses después-, cuando inicio mi periplo salvador. Visito esos asilos, esos lugares del olvido, esas librerías que a veces se ocultan en estrechos bajos o calles perdidas. Me gusta entonces regalarme lo que en Navidad no he querido regalarme. Quiero ese libro con una dedicatoria especial, esa obrilla entregada con el mayor de los cariños y también el libro que fue adquirido en el apuro de salir del paso y recibido con un desinterés inmerecido. Quiero ver aquellos volúmenes para los que otros apenas han mirado. Quiero leer páginas que seguramente nunca se han separado unas de otras.

Me gustan los libros nuevos y relucientes, por supuesto. Se aceptan regalos nuevos y dedicados. También regalos de libros por compromiso o interesado. Por supuesto que si... Les dejaría aquí ahora mismo mi dirección postal (me la preguntan si me desean regalar un libro). Pero he de reconocer que la magia del libro que fue de otro, del libro regalado y despreciado, del «libro dañado», del libro que por casualidad llega a tus manos aunque en origen no era para ti... es una magia especial. Lo que en un principio podía ser un objeto donde lo fundamental era su contenido, sus páginas, sus mil historias, mantiene ese valor pero adquiere otro. Adquiere el valor de lo que circula, de lo que tienen una historia en si misma por contar... Porque esos «libros dañados» me cuentan historias. Las que en ellos escribieron sus autores y las que esos libros han vivido. En mi biblioteca todos los libros cuentan historias. Me las cuentan al leerlos, me las cuentan al verlos y tocarlos. Todos son fruto de un momento. Todos han tenido su propia historia. A todos quiero, a todos añoro. 

A estas alturas, no pocos libros relucientes estarán ya empaquetados y listos para ser entregados. Algunos serán recibidos con ilusión y agrado. Pero otros -meu pobriños libros- están llamado a convertirse en libros despreciados y olvidados, en «libros dañados». Ojalá pueda rescataros a algunos. Ojalá pueda recibirlos y acogerlos.

Así que ya sabes... antes de despreciar un libro, de «dañarlo», escribe en su portada interior de quién vino y por qué no lo quieres y envíamelo... yo soy el amante de los «libros dañados»...

0 Comments

Soledad silenciosa, silenciosa soledad

11/9/2016

0 Comments

 
      El silencio. Esa terrible ausencia de sonido le acompañaba allá donde iba. Desde que nació, parecía anunciársele la soledad en la que fue cayendo irremediablemente a lo largo de su vida. Ni siquiera lanzó un berrido al llegar al mundo y a nadie pareció importarle demasiado. Un azote, un pequeño quejido y el niño fue abandonado sobre el pecho de una madre que, en la soledad de la maternidad, lamentaba la ausencia de su marido en lugar de disfrutar de la presencia de su hijo.

     Cuando creció, el silencio y la soledad fueron trazando zanjas entre él y sus compañeros. Ni su pensamiento, ni sus inquietudes, ni su temperamento se convirtieron en atractivos que le granjeasen la cercanía de la amistad. Así que desde la adolescencia, prácticamente dejó de escucharse su voz en la escuela y en las calles. El viento, el sol, la lluvia... todos fueron olvidando el sonido de sus palabras. Llovía y a su alrededor hasta las gotas huían de su silencio dejándolo en la más absoluta soledad. Nunca más se mojó, nunca más se quemó, nunca más sintió que el viento lo despeinaba. A su alrededor se consolidaba el abismo de la ausencia.
También poco más que un susurro era su voz en casa y, tal vez por ello, los suyos apenas parecían tenerlo en cuenta. Y lo hacían más por la costumbre y por los remordimientos de conciencia ante lo que se debía hacer con un miembro de la familia que por sentir la necesidad de estar con él compartiendo momentos de una vida que avanzaba y se escapaba a cada minuto. Precisamente, al ser conscientes de que pasaban los días, los meses y los años, poco a poco fueron prescindiendo de él para no desaprovechar sus propias vidas con silencios y vacíos. Si antes siempre se dormían mientras lo acompañaban, poco a poco se fueron despertando al abandonar su compañía silenciosa y cambiarla por la vitalidad de los murmullos y las voces de otros. Lejos de él, todo eran palabras, movimientos, canciones. Todo era vida.

     Y así, poco a poco fue avanzando aún más hacia el abismo de la nada, del silencio, de la soledad...

     Entonces el azar de las pasiones llegó a su vida. Sintió rencor por saberse una presencia inexistente hasta el momento. Pero se calmó ante un hecho trascendental. Conoció a alguien que parecía soportar su presencia ausente y comenzó a amar. Tenía la esperanza de que el silencio desapareciese, de que las distancias entre él y todo aquello que estaba vivo se acortasen. Pero, los sueños a veces simplemente son eso. Y poco a poco se dio cuenta de que sus palabras, tal vez por lo desacostumbradas que estaban a salir y por la torpeza con la que cobraban vida, caían en la nada al poco de salir de su garganta delicada y dolorida. Ninguna parecía llegar a los oídos de los demás, ni siquiera a aquellos de la persona amada. Todas se precipitaban al vacío que le rodeaba. De nada le valía amar para no ser escuchado. Oía a los demás, pero no a sí mismo. Los demás se oían a sí mismos, pero no a él. Se sabía rodeado por las palabras de otros, pero sentía que alguien lo había introducido en una vitrina de la que no podía huir ya. Él era sin ser. Él solo era silencio y voz inaudible. Entonces se sitió más y más solo.

     En realidad sabía que, incluso aunque su cuerpo cohabitase con otro cuerpo en la hoguera de la pasión, su alma, su corazón y sus pensamientos seguirían en la más absoluta soledad y abandono. En su lucha por matar la ausencia, nadie parecía estar realmente interesado en sacar de su boca una retahíla de palabras alegres o tristes para escucharlas. Él apenas era carne y huesos insuflados de vida. Nada más. A nadie le importaba que  las zanjas de soledad de antaño se fuesen convirtiendo en abismos de la nada. A su alrededor el precipicio del silencio y de la ausencia era ya un descenso directo al fuego de los infiernos. Entonces pensó que al menos allí sus gritos serían escuchados. Deseó que su garganta vibrase con la potencia del mayor de los sufrimientos para romper el silencio que le rodeaba. Su silencio sería aniquilado y la soledad de su alma tal vez desaparecería. Merecería la pena la huída con tal de sentirse escuchado aunque fuese por él mismo.

     Apenas un paso y se abandonó a la caída. Y en la caída se vio solo. Ni su voz le acompañó. Después llegó la nada. El más negro de los silencios. La ausencia de todo.

     Toda su vida había temido a la soledad aunque irremediablemente todo le había llevado a caer en ella. Al final, la soledad más absoluta también le acompañaba en la muerte. Entonces comenzó a llorar. Cada lágrima contenía su voz reprimida, su voz ausente, su voz antaño silenciosa. Y rodeado de palabras mojadas pasó la eternidad. Sus ojos se habían convertido en un manantial interminable de palabras. Unas hermosas, otras afiladas como el peor de los puñales. Todas eran suyas. Nadie las había querido escuchar en vida cuando solo necesitaban una caricia para salir. Por ello, en su voz todo habían sido gruñidos y silencios. Nadie se había parado a penetrar realmente en la barrera de su soledad donde había un todo universo por descubrir. Pero ahora nadaba entre sus palabras. Al final se oía a sí mismo. Escuchaba su voz, una voz que regaba los campos oscuros del vacío eterno esperando que cualquiera la escuchase. El silencio no existía. Estando solo, la soledad había huido al fin.
 
Miguel García-Fernández
Las nuevas ruinas de Kyel XaFeNé
0 Comments

¡Soy un iluso!

10/10/2015

0 Comments

 
     Soy un iluso y me reivindico como tal. Creerán muchas personas que he perdido la cabeza y, sin embargo, nada más lejos de la realidad. Es posible que la mayoría de la gente esté pensando en la primera acepción de “iluso” que aparece recogida en el diccionario de la Real Academia Española: “engañado, seducido”. ¡Vaya! ¡Imagínense si seré tonto que reconozco que me dejo engañar! ¡No! A pesar de que la lectura no sea la actividad más popular, sigan leyendo la entrada del Diccionario. Me interesa destacar la otra acepción que recoge la antedicha Academia: “propenso a ilusionarse, soñador” –por supuesto, todo está en masculino genérico: ¡menos mal que en mi caso ello no supone tener que autorreflexionar en exceso sobre si me siento incluido o no!–.
     Pues sí, señoras y señores, soy propenso a ilusionarme con los proyectos en los que me involucro o con aquellos que me ofrecen. Sueño con que, sumando esfuerzos y colaborando, es posible construir algo mejor. Claro que creo en las personas a título individual y no en colectividades que se dejan arrastrar por proyectos, pensamientos o consignas –de uno u otro signo– que aceptan y defienden a ultranza sin un intenso proceso de reflexión y crítica personales.
     Soy un iluso porque creo en la importancia de los “proyectos de la ilusión”, es decir, aquellos que surgen de las esperanzas e ilusiones que ponen en ellos las personas que los proponen y tratan de llevar a cabo. Es posible que se cometan muchos errores en ese tipo de proyectos. De hecho, lo más seguro es que la mayor parte de ellos terminen fracasando, pues las ensoñaciones son realidades imaginarias que no siempre es posible materializar o no siempre como nos gustaría. Sin embargo, creo y tengo la esperanza de que sean los “proyectos de la ilusión” los que triunfen. Por supuesto, concibo los mismos como proyectos opuestos a los “proyectos del ego”. El proyecto soñado y deseado no puede ser únicamente la satisfacción personal a costa de los demás. Al igual que sucede con la libertad, desde el momento en que nuestras ilusiones pasan por destruir las de los demás, dejan de ser ilusiones. Estas deberían ser leídas siempre en clave positiva y constructiva. Por ello, aunque no siempre resulte fácil renunciar a las ilusiones propias, a veces es mejor hacerlo. ¡Fácil es decir estar arrepentido y difícil actuar para no tener que estarlo! Los “proyectos del ego”, tantas veces triunfantes, terminan por construir pequeñas tiranías. Por supuesto, aquellos que las practicas creerán que están llevando a cabo proyectos ilusionantes, pero en realidad no están viendo más que sombras y no la realidad. Quedémonos, pues, con esos “proyectos de la ilusión” de naturaleza inclusiva y que tienen por objetivo crear, fortalecer o modificar algo que permitirá construir una sociedad mejor para las gentes que habrán de venir cuando tanto los ilusos como los tiranos seamos simplemente memoria y olvido.
     Creo que uno de los grandes problemas de la sociedad actual es la falta de ilusiones y, sobre todo, la ausencia de proyectos nacidos de la ilusión. En gran medida ello es comprensible, aunque no lo justifica todo. ¿Cómo sentirse animado ante el panorama general que estamos viviendo? Muchas veces reflexiono sobre ello al ver que, durante las clases, el alumnado universitario se muestra ciertamente apático. Y es que la apatía es una consecuencia natural de la falta de ilusiones. Haciendo autocrítica es cierto que poco o nada hacemos por ilusionarles. Pero, lo más grave es, ¿podemos ofrecerles ilusiones sin estar vendiéndoles realmente imposibles? No es lo mismo hablar de un “proyecto ilusionante”, que puede salir adelante o no, que ofrecer “proyectos irrealizables”.
     Las expectativas laborales hace mucho tiempo que se han visto comprometidas para los universitarios. Y ello a pesar de que, de forma un tanto ilógica, la sociedad sigue viendo la universidad como una opción formativa preferible a otras. Lo que está claro es que una carrera universitaria no garantiza un empleo. Otro debate –no menos interesante– sería el de reflexionar sobre si la universidad debe ser una fiel aliada del mercado laboral. Son muchos los frentes que se podrían abordar y muy pocos los que vamos a tratar aquí, siendo nuestro objetivo hablar de las ilusiones. Partiendo, por tanto, de que al alumnado no se le va a ofrecer trabajo al terminar su formación, ¿cómo podemos ilusionarles? Creo que, ante todo, despertando su amor y curiosidad por la disciplina que hayan elegido cursar (o que le hayan impuesto, o que le hayan recomendado o en la que hayan caído por los avatares de la Fortuna). Esta tarea no siempre es fácil y, sobre todo, es prácticamente imposible cuando el propio docente carece ya de ilusión y el alumnado se presenta como un muro de hormigón tan compacto que ni la más mínima hierba lograría enraizar en alguna pequeña grieta que, en circunstancias normales, podría ir apareciendo. Lo que está claro es que sin la ilusión por conseguir un trabajo, sin la ilusión por cursar la disciplina por la que hayan sentido vocación, sin la ilusión del profesorado y sin la ilusión de currículos académicos que verdaderamente formen, estimulen y satisfagan al alumnado, este no podrá ver su actividad académica como un “proyecto de la ilusión”. Se explica entonces la desidia, la atonía, el desinterés… Nuestro reto debería ser hacerlos partícipes de nuestros propios proyectos y, entre todos, reilusionarlos de cara a convertir nuestra disciplina –sea cual sea– en un verdadero proyecto fruto de una ilusión colectiva.
     Pero no solo se percibe la falta de ilusiones entre el alumnado universitario. Casi se podría decir que ello sería un mal menor. La propia sociedad parece haberse quedado sin proyectos ilusionantes. En este sentido, tal vez necesitemos volver a plantearnos, individual y colectivamente, grandes cuestiones: ¿a dónde queremos ir? ¿cómo podemos conseguirlo? ¿qué merece la pena hacer en nuestras vidas? ¿qué queremos legar a nuestros descendientes? En definitiva, es necesario incorporar la ilusión en nuestra mirada hacia el futuro. Sin embargo, ello ha de hacerse siempre partiendo de una intensa revisión del pasado y de una reflexión crítica sobre el presente: ¿qué han conseguido nuestros antepasados para nosotros? ¿cómo lo han logrado? ¿qué hemos perdido? ¿por qué lo hemos perdido? ¿cómo podemos recuperar lo que sería bueno tener de nuevo con nosotros? ¿es este el mejor mundo que podemos tener? Solo interrogándonos, debatiendo, contradiciéndonos, exponiendo públicamente nuestras ideas conseguiremos finalmente ir esbozando nuestros propios proyectos de la ilusión y, sobre todo, esos proyectos sociales inclusivos que tanto se echan de menos en la actualidad.
     Uno de nuestros errores, como sociedad, ha sido asumir las ilusiones de otros y creer que los resultados obtenidos eran realidades consolidadas o que, una vez obtenidos, ya no se perderían. Sin embargo, las ilusiones, para no extinguirse, han de ser continuadas por otras nuevas, otras complementarias, otras que acrecienten su poder. Es un error, por tanto, que los que consiguen cumplir sus ilusiones se estanquen y, sobre todo, que no enseñen a las nuevas generaciones las dificultades, modos y satisfacciones que se derivan de cumplir esos “proyectos de la ilusión”. Ese error se reiteró en gran medida entre los que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, consiguieron  llevar a cabo muchos y grandes proyectos ilusionantes. Su fracaso a la hora de enseñar a sus sucesores la importancia de lo conseguido y, sobre todo, lo difícil que resulta materializar un sueño, ha supuesto, en gran medida, que ahora la desilusión se haya instalado entre nosotros. Nos vendieron simplemente el resultado, pero lo importante era saber cómo conseguirlo. Destruido el mapa que decía cómo superar las dificultades del camino, ahora resulta difícil atreverse a penetrar en el bosque una vez que se han visto agotados los recursos del claro al que ellos llegaron y en el que hemos crecido nosotros. Sin embargo, reclamo y reivindico, que, entre todos, podemos ilusionarnos de nuevo y, con nuestras mochilas, nuestros recuerdos y los propios mapas que elaboraremos sobre la marcha, podemos adentrarnos en el bosque tenebroso para buscar un nuevo lugar, una nueva meta, un nuevo sueño. Solo espero que no se nos olvide ahora tomar buena nota de todo lo que vayamos descubriendo, para legárselo a los que vengan detrás de nosotros. Rotas las ilusiones de los que nos precedieron, solo nos queda construir unas nuevas para nosotros y formar a los que vendrán en ese proyecto colectivo de generar ilusiones encadenadas.
     Como viaje de grupo, los responsables de la res publica deberían ser los cabecillas del mismo. Sin embargo, parece que, en el claro del bosque al que nos han traído nuestros predecesores –ilusionados en su momento y ahora completamente desilusionados–, su profesionalización los ha convertido en acomodados residentes de la mejor zona del claro. No quieren marcharse pues ellos aún conservan sus riquezas, sus recursos, sus privilegios. Ellos dieron el paso a olvidar los “proyectos de la ilusión” para priorizar los “proyectos del ego”. Mientras tanto, otros han agotado el terrazgo fértil, han visto su error al condenarnos a la desmemoria y empezamos a sentir que teníamos que haber mantenido nuestras ilusiones a través del surgimiento de otras nuevas. Muchas veces hemos creído que las ilusiones de esos “proyectos del ego” eran ilusiones colectivas. Incluso, cuando teníamos los estómagos llenos, nos hemos creído con el derecho de imitar a los garantes de la res publica y, a pequeña escala, hemos substituido los “proyectos de la ilusión” por “microproyectos del ego”. Tal vez uno de los grandes errores haya sido la ausencia de un sentimiento de colectividad, de una ilusión colectiva, que nos haya llevado a participar de forma natural en la política. Ahora es general el desinterés y la falta de compromiso.  Lo que ha triunfado es la conversión de la política en una actividad profesional más en la que la pasión, la ilusión y el pensar en la sociedad en su conjunto se han ido diluyendo. Claro que resisten algunos ilusos, por supuesto; pero lo habitual es que, tal y como ha sucedido con muchas otras profesiones –la docente en primer lugar–, al final lo que menos importa es la ilusión por el trabajo bien hecho u obtener un resultado que ilusione al conjunto de la sociedad. La profesionalización se ha convertido, desgraciadamente y, en gran medida como consecuencia de la falta de vocaciones, en la muerte de mil y un “proyectos de la ilusión”, los cuales se han visto convertidos en meros medios para conseguir “proyectos del ego”. La gente no se ilusiona enseñando, investigando, proponiendo nuevas leyes que regulen mejor las relaciones entre las gentes y los pueblos… No, la gente solo hace eso como podría estar haciendo otra cosa. Solo piensa en el dinero ganado, en el tiempo de las vacaciones durante el que podrá olvidarse de lo que hace… Piensa en sus propios proyectos al margen de la realización de actividades que, en sí mismas, podrían ser ilusionantes y verdaderos motores para hacer surgir las ilusiones de otros. No está mal tener ilusiones propias, por supuesto. El verdadero problema es la ausencia de “proyectos de la ilusión colectiva” y, sobre todo, que las ilusiones personales terminen por derivar en “proyectos del ego”
     Por tanto, ¿cómo no comprender la desilusión generalizada de nuestra sociedad? Por supuesto que lo hago. Pero ello no es excusa como para que no tratemos de poner remedio a la situación. A estas alturas, el claro del bosque se ha transformado en un ambiente irrespirable, oscuro, nocivo. No cuenta ni con buenos técnicos-gestores, ni con ciudadanos ilusos. Mejor dicho, de estos últimos hay muchos. Pero no si partimos de la segunda acepción de “iluso”, sino de la primera. Y, en todo caso, brillan por su ausencia los ciudadanos ilusionantes. Todo ello no es bueno. Por eso, necesitamos acabar, cada vez con más urgencia, con los “proyectos del ego” (sean micro o macro) y emprender una nueva aventura por el bosque. Una aventura llena de ilusión, con metas ilusionantes y con ilusos que la lleven a cabo y que guarden memoria de la misma, para enseñar a los que los sucedan que, con sus ilusiones, pueden dar continuidad a las de ellos y que, con “proyectos de la ilusión”, si no todo es posible, al menos es posible que todo sea un poco mejor.
     ¡Soy un iluso! Lo reconozco. Mi vocación siempre ha guiado mis pasos y, no sin dificultades, puedo afirmar que creo en un “proyecto de la ilusión”. Por ello, me adentraré en el bosque. Es posible que no volvamos a vernos pero, con la esperanza de que sí suceda, solo me queda decirles: ¡Hasta la vista!
     
0 Comments

En la mesita de noche...

22/12/2014

0 Comments

 
Picture
Tras un día de trabajo y familia, pocas cosas hay más placenteras antes de dormir que leer alguno de los libros que esperan su turno en la mesita de noche. De hecho, a pesar de los desvelos, el cansancio y lo absorbente que puede resultar la realización de una tesis doctoral —sobre todo cuando trabajas sobre algo que te apasiona y que, despertando tu curiosidad, te arrastra hasta la extenuación—, nunca he sido capaz de renunciar a las lecturas no académicas. La literatura forma parte esencial de mi existencia desde hace muchos años. ¿Acaso no son mi único legado material los volúmenes de mi biblioteca? Aunque los libros son objetos concretos, sus historias, los sentimientos que evocan en su interior, los millones de personajes que pululan por sus páginas… todo ello conforma un universo en expansión al que no he podido ni he querido renunciar a lo largo de los años. Mis mujeres de la Edad Media son generosas y me comparten. Saben que lo necesito para ser yo mismo. Además, muchas veces me comparten con varias historias al mismo tiempo. Sí. He de confesar que no soy de los que se conforman con un único libro en las horas de ansiedad lectora. Reconozco mi ambición y no puedo rechazar la oportunidad de simultanear varias lecturas a un tiempo. La vida es una sucesión de experiencias y escenas casi siempre fragmentarias que es necesario reconstruir al llegar la noche o al finalizar cada una de las etapas que nos vamos marcando. Para los libros quiero lo mismo. Quiero llevar el esfuerzo de reordenar las historias o el conjunto de historias que figuran en cada libro, porque cada uno es un mundo, diferente al resto, pero todos han de coexistir en mi caja de lecturas. Yo he de actuar como el agente que pone orden en el caos, como aquel que rememora la historia correcta y que deja en reposo la que no le pertenece en ese momento. Habitualmente, para cada situación y para cada estado de ánimo es necesario encontrar la historia adecuada. Sin embargo, a veces los libros llegan a nosotros por azar. Es por ello que no me asusto cuando, en medio de la noche, escucho que los libros de mi mesita de noche discuten entre ellos, se empujan y vociferan… De un modo u otro, cada uno de ellos —y no son pocos— intentan ganas posiciones aproximándose a mi almohada para convertirse en el siguiente elegido. También lo hacen cuando reposan en la estantería… Alguno siempre se adelanta unos milímetros rompiendo la línea del orden… Lo sé y, aún así, caigo en la trampa y lo selecciono a él. Hoy han ganado dos. Dos libros que, viéndolos uno al lado del otro, veo que tienen algunas cosas en común. Será por deformación profesional o por lo que sea, lo cierto es que me doy cuenta de que son dos libros escritos por mujeres, protagonizados en gran medida por mujeres y que, estoy convencido, la mayoría de la gente —incluidas las propias editoriales— pensaría que son obras para mujeres. Se trata de libros que entretienen y que, más que estimular el pensamiento, tienen la finalidad de entretener, evocar y recrear otras realidades. En este caso, realidades en gran medida históricas —¿de nuevo la deformación profesional?—. Estoy hablando de Las horas distantes de Kate Morton (Madrid, Suma de Letras, 2012) y Vino y miel de Myriam Chirousse (Madrid, Alfaguara, 2009). La primera de estas dos obras evoca parcialmente los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, mientras la segunda se enmarca en la época de la Revolución Francesa. Desde que tuve el placer de conocer los trabajos literarios y ensayísticos de Virginia Woolf, muchas veces me he preguntado si existe realmente una literatura propiamente femenina, bien por ser redactada por mujeres, bien por ser consumida de forma preferente por ellas. Si en ocasiones una respuesta afirmativa a este interrogante es considerado por muchas mujeres como algo positivo —permitiéndoles reivindicar la existencia de una identidad, de una esencia, propia de las mujeres—, a veces me pregunto si ello no resulta perturbador a un tiempo, al contribuir a perpetuar estereotipos de género crueles que no solo afectan a las mujeres, sino también a los hombres… ¿He de aceptar yo unas lecturas propias de hombres para hombres por ser hombre? ¿He de sentir que leer otro tipo de obras es transgredir lo que la sociedad espera de mí en función de mi sexo y, por tanto, exponerme a las críticas de los que no lo comprenden o no lo quieren comprender? Más allá de discusiones complejas sobre qué hay de biológico o de construcción social en lo masculino/femenino, creo cada día con más firmeza en la necesidad de deconstruir y, finalmente, destruir los géneros. Del mismo modo que considero que hay libros sencillos que pueden regalarnos momentos sumamente agradables, sin necesidad de buscar alteraciones del espíritu o del pensamiento, me gustaría creer que llegará el día en el que los libros no serán juzgados en base a prejuicios de género. Pero es posible que aún quede mucho tiempo para que en los vagones de tren y metro los hombres vayan con (falsas) “historias de mujeres” y las mujeres con (falsas) “historia de hombres”… Si lo logramos, seremos simplemente lectores en busca de historias que nos hagan disfrutar y, como lo haré yo hoy, lograremos tener un ratito agradable antes de que Morfeo acuda junto a nosotros… Lo que está claro es que, cuando este insigne invitado acuda esta noche a mi cuarto, los libros de mi mesita de noche podrán iniciar la discusión por saber cuál se colocará en el mejor lugar para ser seleccionado antes que los demás en la siguiente ocasión que desee continuar con mis lecturas, pero será una discusión en pie de igualdad; igualdad entre todos, sean libros escritos, protagonizados y dirigidos a hombres, sean libros escritos protagonizados y dirigidos a mujeres. Junto a mí, todos tienen una oportunidad.
Ya me están susurrando desde la mesita de noche...

0 Comments

Dos hermosas historias para no olvidar

29/3/2014

0 Comments

 
Picture
En esta ocasión no voy a sugerir la lectura de ninguna investigación histórica, ni siquiera de una novela sobre esa Edad Media que tanto me apasiona. Aún así, uno de los libros que recomendaré encarecidamente en el día de hoy se ambienta en los tiempos de la Primera Guerra Mundial. Se trata de la novela (¿para niños? ¿para adultos? ¿para todos?) Quedaos en la trinchera y luego corred [Barcelona, Nube de Tinta, 2013]. Un libro de John Boyne, el aclamado autor de El niño con el pijama de rayas. Al igual que sucedía con esa otra obra, estamos ante una narración tierna y conmovedora. Una historia que se sitúa en un escenario marcado por la guerra, el dolor y el deseo por construir un mundo mejor y en paz. Todo ello visto nuevamente desde la mirada inocente –pero no por ello ilusa o fantasiosa– de un niño. Podría parecernos a priori que este libro no supone más que una reescritura de la obra anterior que tanta fama dio al autor. Sin embargo, creo que desde el principio veremos que estamos ante una obra totalmente nueva, con una historia tan bella y dura al mismo tiempo que será recordada sin necesidad de establecer comparaciones. La historia de Alfie nos acerca de forma brillante al dolor que causan las guerras más allá del número de muertos que producen. En este libro veremos a personas y familias destruidas por las sospechas, el dolor, la falta de información. También veremos la lucha por sobrevivir en el día a día, las solidaridades, la incomprensión hacia los demás, lo difícil que resulta mantener los valores propios o el importante papel desempeñado por las mujeres al tener que mantener a sus familias incorporándose de lleno en un mundo laboral extremadamente duro e ingrato.

La otra obra que ha entrado a formar parte de mi biblioteca de gratas lecturas y que recomiendo con sumo gusto es otra novela del mismo autor, también protagonizada por un niño: El increíble caso de Barnaby Brocket [Barcelona, Debolsillo, 2013]. Si en un principio la historia puede parecer absurda, pues se trata de un chico que ha nacido en el seno de una familia “normal” pero que, sin embargo, él tiene la rareza de no poder evitar flotar en el aire, la obra se llena poco a poco de aventuras que se caracterizan por llevarnos a una profunda reflexión sobre lo que de verdad significa ser normal y el dolor que pueden provocar aquellos que, creyéndose normales, son incapaces de aceptar a aquellos otros que escapan a esa normalidad. La obra, narrada a partir de la experiencia de un niño de ocho años, nos permite acompañar al protagonista en su proceso de aceptación y toma de conciencia de lo que supone ser diferente. El autor logra ofrecernos no solo una lectura placentera sino una narración de aventuras hermosas y llenas de sentimientos, de historietas que nos hablan de solidaridad y reciprocidad, de incertezas y del deseo de regresar al hogar… aunque conviene no olvidar que la obra se sustenta sobre la incomprensión y el rechazo. Animándoos a su lectura, nos quedamos con una de las varias frases que John Boyne pone en boca de sus personajes incitando a la reflexión: “Lo que importa es que, solo porque tu versión de lo que es normal no coincida con la versión de otra persona, no significa que te pase algo malo” (p. 85).

Os deseo buena lectura a todas y todos, a niños y adultos, a la gente que se cree normal y a los que se creen especiales… Disfruten de estas novelas de John Boyne y descubran que las historias sencillas pueden llegar a convertirse en historias profundas e inolvidables.


0 Comments

Doña Felipa de Lancaster y las "Rainhas de Portugal"

4/3/2014

0 Comments

 
Picture
Recientemente he tenido el placer de leer el libro Filipa de Lencastre. A rainha inglesa de Portugal (Lisboa, Temas e Debates, 2014) de Manuela Santos Silva, profesora de la Faculdade de Letras de la Universidade de Lisboa. Se trata de un nuevo volumen perteneciente a la colección “Rainhas de Portugal”, que publicó hace unos meses Círculo de Leitores para sus socios y ahora está lanzando al mercado editorial Temas e Debates. Creo que estamos ante una de esas iniciativas que habrían de ser importadas de inmediato a otros países y especialmente al conjunto de reinos ibéricos.

Una apuesta firme por la calidad y por la renovación y ampliación del conocimiento histórico relativo a las reinas es el primero y el gran mérito que presenta esta colección dirigida por Ana Maria S. A. Rodrigues, Isabel dos Guimarães Sá y la propia Manuela Santos Silva (http://rainhasdeportugal.blogspot.com.es/). Si bien hemos tenido que esperar unos años desde la aparición de la colección “Reis de Portugal”, creo que ha merecido la pena habida cuenta de los avances que ha habido en los últimos tiempos respecto al conocimiento de las cortes regias y al protagonismo político, social, cultural y espiritual de las reinas. ¿Tal vez en un futuro se avance hacia una colección sobre infantes e infantas? No lo sabemos, aunque, por supuesto, sería muy bienvenida y en gran medida necesaria.

El libro de Manuela Santos Silva combina muchos aspectos que lo convierten en una lectura más que recomendable. En primer lugar, un estilo claro, sin excesos de grandilocuencia. Además, lejos de hipótesis arriesgadas, la autora construye una biografía acercándose a las fuentes y no elaborando un discurso a modo de desiderátum. De todos modos, no por ello deja de dar cabida a las preguntas, a los tal vez… a sugerir y animar líneas de trabajo de cara al futuro. Es posible que un día aparezcan algunas de esas “cartas de D. Filipa –dispersas por outros arquivos ou entretanto perdidas e destruídas–” que nos permitirían aportar nuevos datos sobre sus actuaciones y sentimientos.

La obra consta de dos partes. La primera abarca desde 1360 a 1387 y permite situar a la futura reina de Portugal en su familia de origen. Sin duda, un buen repaso que contextualiza no solo la vida de Felipa sino la propia situación política internacional: los conflictos entre Francia e Inglaterra, el ascenso al trono castellano de Enrique de Trastámara y las reivindicaciones de Juan de Lancaster tras su matrimonio con la hija de Pedro I… Como reitera la autora en diversas ocasiones, doña Felipa siempre se sintió orgullosa de su familia de origen, de su linaje… Por ello, creo que resulta muy acertada esa primera parte que culmina con el matrimonio con João I, un rey que, acompañado por la reina Felipa, inauguró y contribuyó a consolidar la dinastía Avís en el reino de Portugal.

La segunda parte, cuya cronología se extiende entre 1387 y 1415, se centra el papel de Felipa de Lancaster como reina de Portugal. Es ahí donde la autora, aún reconociendo las limitaciones de las fuentes, consigue aportar numerosas informaciones sobre el itinerario de la reina, su papel como madre, su función en una corte donde cobra importancia lo cultural, la vivencia religiosa… incluso el entretenimiento. Manuela Santos Silva nos presenta además a una reina activa en su papel de cabeza de la casa de la reina, en la administración de sus tierras y apunta a un aspecto en el que cada vez insisten más los estudiosos del poder regio femenino: la “monarquía partilhada”, es decir, la importancia que cobran la figura de la reina y del heredero como elementos esenciales y constitutivos del propio poder regio. Doña Felipa fue una reina que, como advirtió posteriormente su hijo D. Duarte, fue un gran ejemplo para todas las mujeres de la corte y del reino. Sin duda, la autora de su biografía apunta hacia ello, insistiendo en su capacidad de influencia y su protagonismo en el entorno femenino (y también masculino) más próximo a ella. Sus últimas actuaciones antes de morir, como dar su visto bueno para la campaña que habría de culminar en la toma de Ceuta, no hacen sino pensar en una reina que supo cumplir con moderación y muchas veces de forma modélica lo que se esperaba de ella.

Se completa la obra, tal y como es habitual en la colección, con un apéndice documental, una cronología, las siempre necesarias tablas genealógicas, el listado de fuentes y bibliografía, así como un índice toponímico y onomástico.

Creo, pues, que merece la pena leer este estudio, así como los otros que ya han sido publicados y que lo seguirán haciendo en los próximos meses sobre las “Rainhas de Portugal”.

¡Enhorabuena por la iniciativa y enhorabuena a la autora por su trabajo! Tomaremos ejemplo.


0 Comments

Seminario "El reinado de los Reyes Católicos en Galicia"

4/6/2013

0 Comments

 
Imagen
El próximo viernes, 14 de abril en el Seminario de Historia Medieval  (seminario 230) de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidade de Santiago de Compostela se celebrará el tercer "Seminario de Especialización en Historia Medieval", organizado por Ana Paula Leite Rodrigues y Miguel García-Fernández. En esta ocasión la Dra. Amparo Rubio Martínez, de la Universidad de Valladolid disertará sobre el reinado de los Reyes Católicos en Galicia, el cual tuvo una gran importancia en diversos ámbitos, entre ellos los que se incluyen en el título del Seminario: El reinado de los Reyes Católicos en Galicia: hacienda, poder y sociedad. Están tod@s invitad@s.

0 Comments

Seminario de Especialización en Historia Medieval

19/4/2013

0 Comments

 
Imagen
El próximo 25 de abril en el Seminario de Historia Medieval de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidade de Santiago de Compostela se celebrará el segundo "Seminario de Especialización en Historia Medieval", organizado por Ana Paula Leite Rodrigues y Miguel García-Fernández. En esta ocasión Fabio Barberini, de la Università di Messina disertará sobre las necesarias relaciones que han de establecerse entre filólogos e historiadores en un seminario que lleva por título "Filólogos a ombreiros de historiadores: o exemplo da edición crítica de textos trobadorescos".

0 Comments

Novedades editoriales

2/4/2013

0 Comments

 
Se agradece descubrir novedades editoriales como las que vi ayer en la famosa librería compostelana Follas Novas y que hoy presento aquí inaugurando esta sección dedicada a algunos de aquellos libros que, desde mi punto de vista, pueden ser interesantes para el público especializado o para los que, simplemente, desean conocer un poco mejor diversos aspectos de nuestra historia. 
El primero de los libros que me agradó ver ayer fue Guerra y fortalecimiento del poder regio en Castilla. El reinado de Alfonso XI (1312-1350) (Madrid, 2013) del joven Dr. Fernando Arias Guillén, a quien tuve el placer de conocer en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC en 2009. Por aquel entonces estaba terminando su tesis bajo la dirección de la Dra. Ana Rodríguez López y me alegra ver que sus investigaciones sobre el poder regio en la Corona de Castilla han culminado en trabajos de notable madurez como el presente libro.
El segundo de los libros que quisiera destacar es El legado de Roma. Una historia de Europa de 400 a 1000 (Barcelona, 2013), del célebre medievalista Chris Whickham, autor de otros trabajos más que notables sobre la Alta Edad Media como su ya clásico -y también voluminoso- Una historia nueva de la Alta Edad Media. Europa y el mundo mediterráneo, 400-800 (Barcelona, 2008). 
Finalmente, el tercero de los libros que llamó mi atención y que, sin duda, será del interés de muchos de ustedes es Agua y sociedad en la Edad Media hispana (Granada, 2012), coordinado por los profesores de la Universidad de Valladolid, Mª Isabel del Val Valdivieso y Juan Antonio Bonachía Hernando. Para muchos historiar el agua puede parecer todavía hoy en día un tema "exótico", sin embargo los diversos trabajos de la Dra. Mª Isabel del Val, así como los de muchos otros investigadores e investigadoras han demostrado la importancia que el agua ha tenido en la sociedad medieval, no solo como recurso existencial, sino también como condicionante socio-económico.
Aunque son muchos los trabajos que recientemente han salido publicados o reeditados -pienso en El caballero, la mujer y el cura del trístemente desaparecido Georges Duby- en el ámbito del medievalismo peninsular y europeo, aprovecho la ocasión para recomendar hoy la lectura de estos tres. Con ellos podremos ampliar conocimientos al mismo tiempo que nos deleitamos. Bueno lectura.
0 Comments
<<Previous

    Autor

    Un historiador con ganas de conocer el pasado, vivir el presente y pensar en un futuro mejor

    Archivos

    January 2019
    December 2018
    September 2016
    October 2015
    December 2014
    March 2014
    June 2013
    April 2013
    March 2013

    Categorías

    All
    Edad Media
    Galicia
    Literatura Medieval
    Mujeres
    Seminarios De Especialización En Historia Medieval

    RSS Feed

Powered by Create your own unique website with customizable templates.