Haya sido gracias a Papá Noel, al Apalpador gallego o a alguno de los tres Reyes Magos (¿o tal vez más acertadamente gracias a sus ayudantes?), seguro que much@s han recibido estas navidades una de las novedades editoriales de finales del año pasado (2018) que, desde el principio, estaba destinada a convertirse en uno de esos muy leídos -y muchas veces criticados- best sellers. Me refiero -como se deduce de la imagen de la izquierda, y es que no había lugar aquí para el misterio- a Fuego y Sangre de George R. R. Martin, que en el ámbito hispanoparlante peninsular nos ha llegado de la mano de Plaza & Janés - Fantascy (Penguin Random House Grupo Editorial).
En mi idea de que apenas hay mejores regalos que los libros, debo reconocer que me siento afortunado por haber recibido uno como este, de 879 páginas. No voy entrar a valorar aquí lo entretenido de la obra. Ciertamente las horas de lectura se hacen amenas y, aunque tenía cierto temor, no he sentido que determinadas partes se conviertan en una engorrosa sucesión de páginas con nombres y hechos diversos difíciles de seguir. Ello podría haber dado lugar a que los minutos se convirtiesen en tediosas eternidades. Pero, en realidad, para mí ha sido uno de esos libros por los que uno avanza sin la prisa de llegar al final. Simplemente se lee por diversión y porque la lectura te lleva a adentrarte en la fantasía en la que uno ya estaba predispuesto a entrar. Si ya no lo estás, supongo que la lectura podría no ser tan amena. No referiré algunos de los reiterados errores editoriales y mecanográficos que con una lectura más pausada o con más ojos de revisión se habrían subsanado (con un asterisco* me gusta ir marcándalos en la propia obra). Sí quisiera destacar las ilustraciones de Doug Wheatley que enriquecen notablemente la obra. Y aunque las ilustraciones de un libro siempre tienen el peligro de condicionar la imaginación del lector, en este caso no puedo decir que me sienta defraudado. Ayuda más que determina o limita.
En todo caso, quisiera simplemente decir unas palabras en mi condición no solo de lector -y es que empiezo a sospechar cada vez más que algunos críticos o reseñadores de obras apenas les echan una ojeada a las contraportadas y a los autores y ya ofrecen una crítica o recomendación en sus perfiles de redes sociales, o a lo sumo proceden a las famosas y, en mi opinión, detestables y absurdas lecturas en diagonal (si no tienes tiempo o ganas, no leas esa obra y punto)- sino de medievalista. Y no, esta obra NO es una obra de HISTORIA MEDIEVAL ni siquiera una novela ambientada en la ÉPOCA MEDIEVAL. En absoluto. Dígase lo que se diga por ahí, este libro ES una obra, simple y llanamente (o no tan simple, por cierto), de FANTASÍA. Otra cosa es que tenga una notable y más que evidente inspiración en lo medieval o, quizás más acertadamente, en el imaginario actual sobre lo medieval y lo feudal. Señores de castillos, caballeros andantes, reinas, señoras y princesas, la coexistencia de lo religioso y el poder público, el vasallaje, valores de lealtad, fidelidad y generosidad, la armaduras y blasones nobiliarios... Todo ello evoca ese pasado medieval. Pero ¿habrá alguien que se crea que en nuestra Edad Media existían los dragones, los Caminantes blancos u otras mil historias más que desfilan por estas páginas o las de Canción de Hielo y Fuego? Casi mejor no buscar una respuesta a este interrogante porque podría reflejar el fracaso educativo en la enseñanza de la Historia (medieval).
En fin, simplemente quería comentar lo interesante de leer esta obra (primera parte de una historia de la dinastía Targaryen tras la conquista de Poniente) en un diálogo reflexivo con nuestro pasado medieval, en el cual George R. R. Martin ha buscado modelos de inspiración. Me refiero a diálogo reflexivo en el sentido de buscar no solo precedentes de inspiración, sino sobre todo a la hora de valorar cuestiones como qué se esperaría de un monarca, señor de señores; cuán importantes eran determinados valores en las sociedades del pasado; cuánto peso ha tenido lo material como fundamento para construir o legitimar algo inmaterial; cómo se valoraba la uniformización legisladora por un monarca que gobernaba sobre entidades territoriales con tradiciones y prácticas jurídicas propias; cómo se contradicen las fuentes y cómo actuar ante ello mediante una perspectiva crítica y con no poco escepticismo; cuál ha sido el papel de las mujeres en la gestión del poder, en la legitimación del mismo o en la sucesión al trono y las discusiones que sobre ello se dieron y con qué fundamentos... Y es que, en esta obra, como en Juego de Tronos (y en lo que se refiere a esta última así lo ha evocado una experta en la reginalidad medieval como Diana Pelaz Flores citando en alguna ocasión a Daenerys o a Cersei), las mujeres tienen un papel fundamental, capital, en la gestión del poder político. ¡Quién nos diese llegar a leer algún día la supuesta «monumental obra del archimaestre Abelon Cuando gobernaron las mujeres: las damas de las postrimerías» (p. 751) a la que remite el narrador de Fuego y Sangre! Más allá de que ¿solo? sea fantasía de inspiración o evocación medievalizante, creo que podemos hacer uso de algunos destellos de esas recreaciones y utilizarlas para repensar y recuperar con propiedad nuestro pasado medieval: las reinas existieron y la herederas y señoras feudales también. Algunas se vieron eclipsadas por los hombres de su entorno, otras apartadas, pero muchas, y así lo reflejan las fuentes -y siempre insisto e insistiré en las fuentes y en su relectura desde nuevos interrrogantes-, no fueron meras piezas pasivas en una sociedad de hombres. En absoluto...
Miremos, pues, al pasado medieval y ayudemos a que las nuevas generaciones lo repienses. Por ejemplo, hagámoslo partiendo de una frase no de un autor o autora medieval, sino de un autor contemporáneo como George R. R. Martin pero que pone en boca de una mujer, la reina Alysanne, solo existente en una fantasía medievalizante:
«Un rey necesita una buena cabeza y un corazón sincero -dijo entonces al rey, unas palabras que se harían célebres-. Una verga no es eencial. Si piensas que las mujeres carecemos de luces para reinar, está claro que ya no tienes necesidad alguna de mí» (p. 422).
Más allá de esta u otras muchas frases concretas que pueden animar a la reflexión sobre lo medieval (o incluso el mundo actual) que se contienen en Fuego y Sangre, la obra, que evoca con acierto una crónica (la primera parte, y es que entristece pensar que para leer su continuación hasta los hechos que dan comienzo a la Canción de Hielo y Fuego aún tendremos que esperar a una segundo volumen), se lee con entusiasmo. Si no quieres hacerte preguntas y repensar lo medieval al leer la obra, no has de hacerlo. Es suficiente con dejar volar la imaginación por las historias y la geografía del universo «georgemartiano» -muchas otras podría ir sacando dentro del mismo... ¡siempre y cuando el autor termine antes lo que tiene pendiente con l@s lectores/as!-. Sin embargo, si te gusta la historia e incluso si quieres tratar de comprenderla y hacerla comprensible y reflexiva desde el mundo actual y usando herramientas actuales, creo que la obra también contiene un segundo nivel de lectura muy interesante. Sin duda, podría ser un útil instrumento para despertar el interés y la reflexión sobre nuestro pasado medieval siempre y cuando no se caiga en la absurda confusión de creer que un (mero) ejercicio de fantasía literaria es reflejo de una realidad pretérita.
Esperando la continuación, creo que Fuego y sangre es una obra para disfrutar e, incluso, con un poco de voluntad e interés, para reflexionar. Más que satisfecho con su publicación y agradecido por su llegada a mis manos estas Navidades.
P. S. Interesantes palabras de George R. R. Martin https://www.youtube.com/watch?v=1mtExw7fbVM
En mi idea de que apenas hay mejores regalos que los libros, debo reconocer que me siento afortunado por haber recibido uno como este, de 879 páginas. No voy entrar a valorar aquí lo entretenido de la obra. Ciertamente las horas de lectura se hacen amenas y, aunque tenía cierto temor, no he sentido que determinadas partes se conviertan en una engorrosa sucesión de páginas con nombres y hechos diversos difíciles de seguir. Ello podría haber dado lugar a que los minutos se convirtiesen en tediosas eternidades. Pero, en realidad, para mí ha sido uno de esos libros por los que uno avanza sin la prisa de llegar al final. Simplemente se lee por diversión y porque la lectura te lleva a adentrarte en la fantasía en la que uno ya estaba predispuesto a entrar. Si ya no lo estás, supongo que la lectura podría no ser tan amena. No referiré algunos de los reiterados errores editoriales y mecanográficos que con una lectura más pausada o con más ojos de revisión se habrían subsanado (con un asterisco* me gusta ir marcándalos en la propia obra). Sí quisiera destacar las ilustraciones de Doug Wheatley que enriquecen notablemente la obra. Y aunque las ilustraciones de un libro siempre tienen el peligro de condicionar la imaginación del lector, en este caso no puedo decir que me sienta defraudado. Ayuda más que determina o limita.
En todo caso, quisiera simplemente decir unas palabras en mi condición no solo de lector -y es que empiezo a sospechar cada vez más que algunos críticos o reseñadores de obras apenas les echan una ojeada a las contraportadas y a los autores y ya ofrecen una crítica o recomendación en sus perfiles de redes sociales, o a lo sumo proceden a las famosas y, en mi opinión, detestables y absurdas lecturas en diagonal (si no tienes tiempo o ganas, no leas esa obra y punto)- sino de medievalista. Y no, esta obra NO es una obra de HISTORIA MEDIEVAL ni siquiera una novela ambientada en la ÉPOCA MEDIEVAL. En absoluto. Dígase lo que se diga por ahí, este libro ES una obra, simple y llanamente (o no tan simple, por cierto), de FANTASÍA. Otra cosa es que tenga una notable y más que evidente inspiración en lo medieval o, quizás más acertadamente, en el imaginario actual sobre lo medieval y lo feudal. Señores de castillos, caballeros andantes, reinas, señoras y princesas, la coexistencia de lo religioso y el poder público, el vasallaje, valores de lealtad, fidelidad y generosidad, la armaduras y blasones nobiliarios... Todo ello evoca ese pasado medieval. Pero ¿habrá alguien que se crea que en nuestra Edad Media existían los dragones, los Caminantes blancos u otras mil historias más que desfilan por estas páginas o las de Canción de Hielo y Fuego? Casi mejor no buscar una respuesta a este interrogante porque podría reflejar el fracaso educativo en la enseñanza de la Historia (medieval).
En fin, simplemente quería comentar lo interesante de leer esta obra (primera parte de una historia de la dinastía Targaryen tras la conquista de Poniente) en un diálogo reflexivo con nuestro pasado medieval, en el cual George R. R. Martin ha buscado modelos de inspiración. Me refiero a diálogo reflexivo en el sentido de buscar no solo precedentes de inspiración, sino sobre todo a la hora de valorar cuestiones como qué se esperaría de un monarca, señor de señores; cuán importantes eran determinados valores en las sociedades del pasado; cuánto peso ha tenido lo material como fundamento para construir o legitimar algo inmaterial; cómo se valoraba la uniformización legisladora por un monarca que gobernaba sobre entidades territoriales con tradiciones y prácticas jurídicas propias; cómo se contradicen las fuentes y cómo actuar ante ello mediante una perspectiva crítica y con no poco escepticismo; cuál ha sido el papel de las mujeres en la gestión del poder, en la legitimación del mismo o en la sucesión al trono y las discusiones que sobre ello se dieron y con qué fundamentos... Y es que, en esta obra, como en Juego de Tronos (y en lo que se refiere a esta última así lo ha evocado una experta en la reginalidad medieval como Diana Pelaz Flores citando en alguna ocasión a Daenerys o a Cersei), las mujeres tienen un papel fundamental, capital, en la gestión del poder político. ¡Quién nos diese llegar a leer algún día la supuesta «monumental obra del archimaestre Abelon Cuando gobernaron las mujeres: las damas de las postrimerías» (p. 751) a la que remite el narrador de Fuego y Sangre! Más allá de que ¿solo? sea fantasía de inspiración o evocación medievalizante, creo que podemos hacer uso de algunos destellos de esas recreaciones y utilizarlas para repensar y recuperar con propiedad nuestro pasado medieval: las reinas existieron y la herederas y señoras feudales también. Algunas se vieron eclipsadas por los hombres de su entorno, otras apartadas, pero muchas, y así lo reflejan las fuentes -y siempre insisto e insistiré en las fuentes y en su relectura desde nuevos interrrogantes-, no fueron meras piezas pasivas en una sociedad de hombres. En absoluto...
Miremos, pues, al pasado medieval y ayudemos a que las nuevas generaciones lo repienses. Por ejemplo, hagámoslo partiendo de una frase no de un autor o autora medieval, sino de un autor contemporáneo como George R. R. Martin pero que pone en boca de una mujer, la reina Alysanne, solo existente en una fantasía medievalizante:
«Un rey necesita una buena cabeza y un corazón sincero -dijo entonces al rey, unas palabras que se harían célebres-. Una verga no es eencial. Si piensas que las mujeres carecemos de luces para reinar, está claro que ya no tienes necesidad alguna de mí» (p. 422).
Más allá de esta u otras muchas frases concretas que pueden animar a la reflexión sobre lo medieval (o incluso el mundo actual) que se contienen en Fuego y Sangre, la obra, que evoca con acierto una crónica (la primera parte, y es que entristece pensar que para leer su continuación hasta los hechos que dan comienzo a la Canción de Hielo y Fuego aún tendremos que esperar a una segundo volumen), se lee con entusiasmo. Si no quieres hacerte preguntas y repensar lo medieval al leer la obra, no has de hacerlo. Es suficiente con dejar volar la imaginación por las historias y la geografía del universo «georgemartiano» -muchas otras podría ir sacando dentro del mismo... ¡siempre y cuando el autor termine antes lo que tiene pendiente con l@s lectores/as!-. Sin embargo, si te gusta la historia e incluso si quieres tratar de comprenderla y hacerla comprensible y reflexiva desde el mundo actual y usando herramientas actuales, creo que la obra también contiene un segundo nivel de lectura muy interesante. Sin duda, podría ser un útil instrumento para despertar el interés y la reflexión sobre nuestro pasado medieval siempre y cuando no se caiga en la absurda confusión de creer que un (mero) ejercicio de fantasía literaria es reflejo de una realidad pretérita.
Esperando la continuación, creo que Fuego y sangre es una obra para disfrutar e, incluso, con un poco de voluntad e interés, para reflexionar. Más que satisfecho con su publicación y agradecido por su llegada a mis manos estas Navidades.
P. S. Interesantes palabras de George R. R. Martin https://www.youtube.com/watch?v=1mtExw7fbVM